viernes, 16 de mayo de 2008

Conduciendo a las fuentes conduces a la lectura

A veces ocurre que nos desgastamos explicando a las personas, repetidas veces, cosas que ya están explicadas en el material del que disponen, debieran disponer, o podrían disponer. Es decir, estas personas ya deberían conocer eso que les explicamos, pero como no es así entonces tenemos que decirlo todo. Estamos seguros que para los docentes es muy común observar que pierden bastante tiempo contestando las preguntas que ya están respondidas en los respectivos materiales. Es algo parecido a lo que ocurre cuando tienen que repetir las cosas ya dichas porque no se les presta atención cuando explican algo. Parte importante de tu tiempo es devorado por todas estas tentativas de superar las barreras comunicacionales - muy naturales - de las personas. Y es muy probable que si señalas la falta de atención o de contacto con los materiales te sientas un poco culpable, o al menos eso es lo que se esperaría si te tocara en suerte un grupo mayoritario de individuos afectados por algún síndrome de desatención o, como mínimo, por alguna de sus siglas. Debemos enviar a las personas a los materiales y a trabajar con ellos. Debemos conseguir que lean primero para preguntar después. Algo tan sencillo no podemos seguir considerándolo como un logro extraordinario. Si no logramos que trabajen con los materiales ocurre que las personas toman las respuestas que les brindamos, toman nuestra asimilación de la información. Piden más información; se la damos y la utilizan. Entonces dicen, "¡Qué buen docente!" pero eso no ayuda a que hagan algo sobre sí mismos ni por sí mismos. Si no trabajan con el material y sólo siguen preguntando entonces tenemos un problema nosotros. Si siempre estamos dispuestos a responder complicamos las cosas porque les damos información de segunda mano y somos complacientes con su indolencia. No hay nada malo en enviar a la gente a las fuentes: a los materiales y al trabajo con ellos. De esa manera, la persona participará, encarará los temas y se superará. ¿Pero qué es lo que está mal en estar siempre dispuestos a complacer? Si el conocimiento evolucionara únicamente por transmisión directa del que sabe al que no sabe tendríamos un fenómeno similar al "teléfono descompuesto", a gran escala. Los aprendices estarían esperando las clases, las clases se darían, y el conocimiento se iría asimilando sin demasiado énfasis en la exactitud ni en la corrección. Con el tiempo, el conocimiento original sería irreconocible y totalmente impracticable. Han habido experimentos que corroboran esta tesis. Por desagradable que suene, sería así. Para impedir esto decimos, "lee y trabaja con el material, pregúntame lo que no entiendas, coméntame las dificultades y los progresos, demuéstrame lo que entendiste." Aclarando esta finalidad, no pueden faltar medios. Las personas obviamente tienen diferentes niveles de conciencia y capacidades. Como capacitador tienes que recibirles en el nivel - sea cual sea - en el que las personas estén, y ellos deben trabajar a partir de allí. Sólo una cosa es segura, tan incontrovertible como la flecha del tiempo: si pueden leer, pueden trabajar sobre sí mismos y pueden mejorar y evolucionar. Si sólo esperan tus palabras, lamentablemente, están perdiendo el tiempo, y te lo hacen perder. Nadie trabaja en su propia evolución a menos que consiga aprender algo por sí mismo. Por tal motivo, es mejor que los estudiantes o aprendices puedan leer correctamente los materiales, pues entonces pueden entender de qué se tratan las actividades que ponen en juego a sus habilidades. Y nadie hace el menor esfuerzo en su propio desarrollo a menos que tenga deseos de mejorar, ni desea mejorar a menos que se entere de que tal cosa es posible y deseable, y que entienda cómo. En cualquier área, y en cualquier tema, siempre se trata de trabajar personalmente con el material. Leyendo, entendiendo, y aplicando. Ningún docente genial, ningún fascinante gurú, harán mejor el trabajo que el estudiante mismo. Sencillamente porque el trabajo personal es el que hace la diferencia, no el del docente complaciente ni del fascinante gurú. La única gente a la que se puede ayudar a mejorar es aquella gente que quiere por sí misma mejorar. Aquellos que tienen el deseo de mejorar, que tienen una necesidad de cambio. No podemos hacer nada por aquellas personas que no tienen una genuina necesidad de cambio, de mejorar, o por aquellas que están totalmente satisfechas en sus condiciones presentes. No asumirán el compromiso hasta que las cosas se hagan tan malas que una gota desborde su vaso. Siempre diríjelos a las fuentes. Tienen que leer y trabajar en ello. No les des datos. Mientras les das datos, se quedan en eso, esperando otra clase magistral. Si quieres ayudar a la gente, no les des datos. Ayúdales a entender que tienen un problema o una necesidad y que si no lo confrontan, eso va a empeorar. Deben captar que el conocimiento adecuado produce resultados adecuados únicamente con trabajo personal adecuado. Que lean acerca de ello es lo primero que pueden hacer. La tarea del capacitador debiera ser principalmente recordarles a los aprendices la responsabilidad por su propio aprendizaje. Sin hipocresías, ejerciendo una cortés inflexibilidad.
Patricio Jorge Vargas Gil

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